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miércoles, 24 de marzo de 2010

El Cuento

(Lectura, Cuento)
Por: Pablo Palacio

Existen en la actualidad asuntos importantísimos de explotación sociológica y política: lo de Marruecos, los sistemas de colonización francesa y española, el gran problema de las finanzas, la identidad de la Europa feudal y la América colonial, la difícil cuestión de la procedencia de los primeros habitantes de este continente, y muchísimos más. Pero creo que brilla sobre todos la eternamente nueva y eternamente vieja opinión pública.
¡La opinión pública, freno de gobernantes y único timón seguro para conducir con buen éxito la nave del estado! ¡La opinión pública, morigeradora de las costumbres políticas, de las costumbres sociales, de las costumbres religiosas!
Supongamos que pudiera existir un hombre que participe sincera e idénticamente de estas ideas. Luego este hombre debe llamarse Francisco o Manuel y estar a la media edad, entre gordo y flaco, entre barbudo y no barbudo.
Este don Francisco o don Manuel, tiene que ser pequeño, de párpados con bolsas, usar jaquet y detestable sombrero.
Andará lentamente, blandiendo el bastón y moviendo las caderas.
Solterón y aburrido, deberá tener una amiga que fue amiga de todos, conquistada a fuerza de acostumbramiento, y a quien cualquier mequetrefe pudo llamar:
−Pst. Pst… (etc.).
Esta amiga –Laura o Judith− tendrá cualquier nariz –pongamos aguileña−, cualquier cabello −canela−, cualesquiera ojos −pardos−, y será larguirucha y voluntariosa.
Puede vivir al cabo de una calle sucia.
Puede tener amigas muy alegres con quienes celebre sesiones animadas, que salpicarán el cuento como el lodo un vestido nuevo, al manotazo de un caballo en una charca.
El pequeño sociólogo, ¡oh maravilla!, tendrá que ir dos veces por semana al cabo de la calle conocida y dará vueltas junto a la puerta, mirando a todos lados, azorado, procurando evitar un mal encuentro. Cuando le arroje a la ventana la piedrecilla del silbido, ella hará gruñir los cristales y le contestará con la rabia de sus ojos.
Naturalmente, ella debe divertirse a costa de él, aunque con él no le sea posible divertirse.
Y como el sociólogo no tendrá mal olfato, y como casi nunca sabrá lo que decir, ha de toser un poco enojado.
−Oíte, Laura –o Judith−, yo creo que aquí no has estado sola. Dime de quien es esa colilla.
Ella lo aplastará con el silencio.
Entonces, el sociólogo, acoquinado, tendrá que callar también un rato.
−Bueno, Laura –o Judith−, no seas así. Parece que yo viniera a pedirte… por caridad. Anoche has estado con uno de mis amigos y él me lo contó, sin saber que…
Gran reacción:
− ¡Ve, animal: ya no puedo aguantarte más tus cochinadas. Si vienes otra vez con esas, te rajo la cabeza!
Pensamiento:
«Si esta mujer me raja la cabeza, ¿qué dirá la opinión pública?»

(De Un hombre muerto a puntapiés, 1927)


Tomado de: PALACIO, Pablo, “El Cuento”, en: Pablo Palacio ‘Obras Escogidas’, pp. 53-54, Colección Cuarto Creciente 2004, 1ra. Edición, Campaña Nacional Eugenio Espejo por el Libro y la Lectura, Quito, 2004. Edición anterior “Obras escogidas”, Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1964.

1 comentario:

  1. ~PABLO PALACIO~ Narrador y ensayista ecuatoriano. Abogado y profesor de filosofía, su vida relativamente breve, su obra precoz, su militancia en el socialismo, sus posturas inconvencionales y su demencia final, arrojan sobre su biografía unas penumbras novelescas. En una época en la cual dominaba el realismo social, la literatura indigenista, Palacio opta por la desintegración de las formas, la parodia y el gusto por lo extravagante, lo marginal o lo monstruoso, propios de ciertas actitudes de las vanguardias. Un catálogo relativamente breve nos lleva desde los relatos de Un hombre muerto a puntapiés (1927) a las novelas Débora (1927) y Vida del ahorcado (1932), completado por unos cuantos poemas. Las novelas de Palacio, muy cercanas a los experimentos del argentino Macedonio Fernández y a las "novelas falsas" del español Ramón Gómez de la Serna, ofrecen la irónica y desconcertante experiencia de un relato sin personajes ni argumento propiamente dichos, que algunos críticos engloban en la llamada "antinovela". © eMe
    Texto tomado de: http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2114

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