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lunes, 29 de agosto de 2011

Tema y Realización

Por Ernesto Sábato

El artista parte de una oscura intuición global, pero no «sabe» lo que realmente quería hasta que la obra está concluida, y a veces ni siquiera entonces. En la medida en que parte de una intuición básica puede afirmarse que el tema precede a la expresión: pero al ir avanzando, la forma va prestando al asunto sutiles, misteriosos, ricos e inesperados matices; momentos en que puede afirmarse que la expresión crea al tema. Hasta que, concluida la obra, el tema y la expresión constituyen una sola e indivisible unidad. De este modo no tiene sentido pretender separar –como a menudo se lo pretende– el contenido de la forma, o sostener –como tan a menudo se lo sostiene– que hay grandes temas y temas pequeños, asuntos sublimes y asuntos triviales. Son los artistas y sus realizaciones los que son grandes o pequeños, sublimes o triviales. La misma historia de un modesto cuentista italiano del Renacimiento sirvió para que Shakespeare escribiera uno de sus más hermosos dramas.

En la obra de arte lo formal es ya contenido. De donde el fracaso de todo intento de trasladar al cine una obra esencialmente literaria como la de Faulkner: de Santuario no quedó más que el folletín que aparentemente es el asunto de la novela; puesto que el real contenido es la novela misma, con todas las riquezas, resplandores e implicaciones que cada una de las frases y yuxtaposiciones de palabras va dando al mero conjunto de episodios melodramáticos que pudiera enunciarse en uno de esos siniestros resúmenes del Reader’s Digest.

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Tomado de: SÁBATO, Ernesto, ‘Tema y Realización’, en El Escritor y sus Fantasmas, p. 195, Editorial Seix Barral, Barcelona, 2004.

Ediciones anteriores: de E. Sábato, 1963, 1979.